Quiero un guerrillo de presidente, no de los que disparan, sino de los que subvierten. Quiero un gobierno que entienda la subversión como un conjunto de sub-versiones históricamente silenciadas, mantenidas en lo oscuro con mordaza, sin el menor chance de volverse versiones. Quiero un presidente que entienda que esas sub-versiones necesitan libre versión y visiones para construir una nueva historia: la de los vencidos, finalmente redimidos. Quiero un presidente que haya chupado monte, al que hayan picado los zancudos, al que haya jodido la leishmaniasis. Quiero un presidente que se haya sentado largo tiempo bajo una ceiba o un roble a ver crecer esa vida que no es humana pero que nos nutre y nos cobija. Quiero un presidente que entienda que la política es acción directa, que se hace en la algarabía y en el pensamiento de pequeñas células autónomas y puestas en relación en el vivir particular de un organismo. Quiero un presidente que no haga grandes obras, que no construya represas ni que rompa la tierra para sacarle de las tripas petróleo, oro ni carbón, pero que sepa agarrar un palustre, hacer mezcla y disponer hileras de ladrillos entrelazados que se van volviendo una casa. Quiero un presidente de las pequeñas cosas, del hambre satisfecha, del sueño reparador. Quiero un presidente que esté contento de que podamos ser un país de maricas y lesbianas, de ñeros y de negros, un país en el que nos dejen sanos, perrito. Quiero que a mi presidente le importe más bien si tenemos techo, si tenemos agua, si comimos hoy, y qué. No quiero un presidente para la grandeza de mi nación, quiero uno que sepa, a fuerza de haber sido torturado en las caballerizas del ejército, que ninguna gloria vale la muerte del adversario ni este dolor animal que todos deberíamos estar sintiendo en el puro nombre de los muertos, de los que han tenido que correr en la noche lejos de sus seres amados acribillados o cortados en pedacitos, de sus tres gallinas y de esos terrones que eran su reino, para quedarse con nada, con esa vida desnuda que ya para ellos nunca será vida otra vez. Quiero un presidente vivo, que nos acompañe a vivir en lugar de empujarnos a la muerte anónima de la maquila, del jornal sin tierra, de la masacre y de la fosa, nunca reveladas por esos medios idiotas que solo maquillan la estupidez con miedo. Quiero un presidente, no una marioneta estéril movida por la mano siniestra de un poder desgastado y sin potencia al que solo le queda temblar en silencio, alejado de la historia porque se le acabó el tiempo.
Quiero una cáscara de banano de presidente. Quiero una cáscara achicharronada y ennegrecida que pueda hablar de la pérdida total de la existencia. Quiero una superficie absolutamente seca, quebrada y deshidratada para ponerle la banda presidencial. Quiero una piel completamente oxidada que a duras penas se levante por sí sola, sobre el piso, levitando torpemente sobre cuatro mangas de camisa acartonada. Quiero un gobernante que haya perdido casi todo su pasado y su figura bananera. Quiero una cáscara de presidente, arrugada y abandonada por su experiencia de sustracción. Quiero el residuo de un gesto alimenticio de presidente, quiero lo que queda que no se ha comido y lo quiero ahumado después de tres días de perder toda el agua incorporada de la tierra por efecto de la ascensión. Quiero el olor de la cáscara de banano seca de presidente, perfumada y putrefacta y con dos moscas zumbando alrededor. Quiero la sensación de la piel quebrada del presidente y quiero que presida una junta de ministros sobre el abandono y la deshumidificación. Quiero que alguien se agache a observar al presidente y que sus ojos recorran los quiebres y los pliegues de su tensa piel de lagarto carbonizado sin crema humectante. Quiero que alguien recoja al presidente del piso y lo ponga en una mesa para su inspección. Quiero que auditen todas las venas y fibras de mi presidente trasnochado y que una aguja y un hilo le cierre con ternura sus cuatro labios o que tal vez los dejen abrir y cerrar con cremallera. Quiero una presidenta marrón cosida y ornamentada con botones y con un sticker registrando el lugar de su ingestión. Quiero una fruta extraña de presidente, áspera y seca, tostada por el sol.
Quiero un estudiante de universidad de garaje como presidente, quiero a una estudiante que trabaje medio tiempo en un call center o de impulsadora para presidente, quiero a una señora que trabaje en servicios generales de más de cincuenta años para vice-presidente. Quiero alguien que se haya quedado sin trabajo, sin con qué pagar la cuota para el semestre, alguien que haya terminado repartiendo volantes, comiendo mierda, durmiendo en cualquier parte. Quiero un presidente que haya buscado consuelo en cualquier rincón oscuro para terminar con una desazón mayor y con el alma rota. Quiero alguien que salga de trabajar a las 10:00 de la noche para subirse en un bus atestado de gente cansada, manoseada y abusada por el sistema, que llegue agotado, que madrugue a las 4:30 al día siguiente para repetir el ritual o la pena a la que ha sido sentenciado; alguien a quien se le ha negado la posibilidad de preguntarse qué quiere hacer en la vida, alguien que por más maestrías y especializaciones que haga, no pueda escapar del lugar que le ha sido asignado, quiero a ese alguien de presidente.
Quiero un presidente al que ya mató el estado. Quiero a una ex guerrillera, pero a una de base para presidente. Quiero a una maestra del distrito para vice-presidente, a una líder comunitaria. Quiero una presidenta negra, marica y pobre que trabaje en una peluquería del sur, que le escupa la cara al buen gusto, que sepa abrazar con fuerza, con la fuerza de todos los abrazos que le han sido negados. Quiero un ama de casa para presidente.
No solo quiero saber por qué, también quiero saber cuánto más vamos a aguantar que nos impongan un destino, que el capitalismo con sus diferentes tentáculos imponga lugares infames; separándonos por clase, raza, género, sexualidad y conocimientos “legitimados”, para perpetuar no sólo el lugar sino también el tipo de persona destinado a ser presidente, el más perverso, el de arriba, el que detenta disposición aristocrática, el impune.
Quiero un presidente que entienda los problemas del país, que tenga voz propia y no siga los juegos de las maquinarias políticas, quiero un presidente respaldado por intelectuales y activistas de derechos humanos y no por expresidentes corruptos de familias oligarcas, quiero una presidente madre soltera o al hijo de una, quiero un presidente de clase trabajadora y que estudie en escuelas públicas y pague sus estudios con su propio trabajo o haya pagado una fuerte deuda. quiero un presidente que haya pasado por la cárcel pero no una casa por cárcel (como suelen hacer los corruptos), Prefiero un presidente que legalice las drogas y no uno que bajo cuerda lave dinero de los narcos. Quiero un presidente que anteponga la calidad de vida al progreso industrial. Que entienda que los problemas de educación no son solo de cobertura sino también del contenido de la educación.
Quiero un presidente serio y responsable que no insulte nuestra inteligencia bailando, tocando guitarra o haciendo el ridículo por televisión para hacerse el simpático y ganar votantes. Quiero un presidente que evite escenas patéticas. Quiero un presidente que genere respeto y no miedo, mejor un pacifista arrogante y ateo que un belicista falso y rezandero.
Un amigo kamentsá me contó que en su lugar tienen tres presidentes, que gobiernan los tres y que cuando llaman al gobierno, los tres van juntos: uno es médico, el otro programador de mingas, el otro alcalde. He sabido que en otros lados es diferente, hay tres también, pero uno de ellos es siempre un cantante.
Nos han dicho que un presidente debe saber administrar. Porque nos han convencido de que un país es una empresa, de que todo en este mundo es una empresa, de que incluso nuestra vida es una empresa.
Y no todo es una empresa. Y un presidente no es un administrador. Y nuestra vida, sobre todo, no es una empresa. No necesitamos producir en nuestra vida, ni ganar nada. Basta con respetar la vida. Y con poder disfrutarla con otros. Ponernos de acuerdo.
Pero ponernos de acuerdo en público, cueste lo que cueste, no a escondidas.
Quiero de presidente a un buen conversador, alguien que hable por sí mismo, sin jefes en el hombro, alguien que sea dueño de su propio corazón.
Eso es lo que tradujeron sabios wayúu para “ciudadano”: “responsable en su corazón”.
Debe ser alguien que sepa escuchar. No un buen orador, sino un buen conversador. Alguien que escucha y habla. Que habla y escucha, y cambia. Alguien que hablando pueda cambiar y encontrar caminos comunes. Un palabrero. Una conversadora.
Y hoy prefiero a esta conversadora, que ha logrado tantos acuerdos, de vicepresidente.
Quiero alguien que haya firmado un acuerdo público y que no tenga acuerdos velados.
Alguien que haya caminado mucho, visitando lugares sin guardias y sin esquemas de seguridad.
Alguien que sepa caminar y conversar.
Que sepa cantar, cantos de verdad, cantos chamánicos que curen.
Un trío de medicina, conversación y canto. No un administrador de hacienda.
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En 2002 vi en el Magdalena medio a los paramilitares haciendo furiosa campaña por Uribe. Y quiero que gobierne alguien a quien no apoyen los paras, quiero de presidente alguien que no le guste a Popeye, que no le guste a José Obdulio, ni a Vivian, ni a Paloma, ni a Fernanda. Y que no les guste a aquellos que no van a la EPS.
Quiero alguien que haya sido trabajador independiente y deba cotizar dos y tres veces en la EPS. Donde igual no tendrá médico. Alguien que haya pagado con sangre el ICETEX y que igual no consiga trabajo. Alguno sin tierra.
Una víctima de la UP que regresa de Suiza a su país a hacer campaña, a pesar del miedo.
Una madre de Soacha. Que no permita que nadie más sea muerto.
Alguien que no lleve encima de su corazón a nadie.
Alguien que no lleve encima de su corazón a nadie.
No quiero a Uribe Vélez de Presidente.
Alguien que no sea capaz de robarse el río Cauca.
Que no sea capaz de robar las tierras de Córdoba, ni de los Llanos, ni de Mosquera.
Que no sea capaz de robar elecciones.
Que no sea capaz de robar un buen nombre.
Que no sea capaz de robar demandas al asbesto.
Que no sea capaz de robar semillas.
Que no sea capaz de robar montañas.
Que no sea capaz de robar vidas.
Alguien a quien jamás elegiría Uribe.
Un presidente que no le guste tanto el norte como el sur.
Una que se quede maravillada ante los pájaros, los granos de maíz y los dichos de la gente.
Quiero de presidente a alguien que no crea que el país es una empresa, ni la vida una industria, ni el mundo y los seres vivos materia prima y recursos renovables.
Quiero una curandera sabia de presidente.
(Leer con acento paisa)
No debería haber presidente, pero hipotéticamente…
Yo quiero un presidente, que sea bien bien decadente,
más bien uno del corriente y no otro hijo de descendiente.
Uno bien impertinente y no tan incompetente,
que no se pinte las canas y que sea bien atrayente.
Quiero un presidente, presente, pero poco y raramente.
Que no esté eso sí ni muy verde, ni tampoco trasparente,
ni muy godo ni uribista y menos terrateniente,
que no simule hablar paisa y no coma arepa caliente.
No quiero un ex-presidente, ni tampoco uno que esté ahí, indefinidamente.
Francamente prefiero, uno muy poco ferviente.
Pendejamente quisiera, uno bien inteligente, pero estoy seguro que no,
que ¡así no es un dirigente!
Hay muy poco coeficiente, y paradójicamente, los presidentes más buenos,
terminan su vida atrozmente.
A veces pienso, eso sí, muy muy trágicamente
que si mi voto sirviera, no habría habido de presidente
un pudiente delincuente.
Indecorosamente lo digo, como trova paisa reciente
que eso sí paramilitarmente ¡Viva la motosierra estridente!
Que ganaron los del No, y maquiavélicamente
se tirarán los acuerdos deliberada y unilateralmente.
No quiero ya un presidente, ni tampoco un insurgente
Yo quiero es un presidente, que hable intrascendentemente.
Un presidente honorable, de esos que furtivamente
desaparecen testigos muy ignominiosamente.
Militarmente y hablando post-conflictivamente,
un presidente adecuado, apasionadamente creyente.
Pensándolo bien muchachos y de manera prudente
lo mejor un presidente, negligente y de poco ambiente.
Un títere obediente, un ente, y que no tome aguardiente.
Un presidente señores, y queridos compatriotas,
que melodramática y pasionalmente,
nos muestre evidentemente,
una Colombia insolente, inclemente y convaleciente.
«Quiero un presidente —o una presidenta—», escribo, cuando lo que quiero en realidad es que no me maten. En el vecindario de mi muerte estarían las manos de mi bisabuelo: con un alicate, una a una, los conservadores le arrancaban las uñas —dice mi nona— y yo no me explico qué hacía ella, a los siete años, viendo correr la sangre entre sollozos. Quiero un presidente que sepa que ningún niño debería soñar con cortes de corbata. Un presidente al que pueda decirle: «vea, aquí yace mi abuelo, que se murió sin saber donde yace su hermano». Un día el loco salió de la casa a dar una vuelta: han pasado cincuenta años sin que nadie haya visto nada.
Quiero un presidente que sepa que frente al Palacio de Justicia había un Tía y que mi madre estaba ahí, pensando: “si no dejan de echar bala no voy a alcanzar a ver a la niña despierta”. Cuando salió y se tiró al piso supo que no llegaría a la Décima y aún hoy sabe que si esa mano no la hubiera jalado hacia un escondite, otro presidente le hubiera quitado la posibilidad de verme dormida. Quiero un presidente que haya tenido la espalda llena de esquirlas gracias a una bomba, como mi padre, el mismo al que le dispararon a pesar de ser el único de sus hermanos que jamás tuvo una pistola. Quiero un presidente que le diga a mi padre que puede volver a mi vida, que lo extraño, y que jamás voy a olvidar que me enseñó que vale la pena hacerse matar por una idea.
Quiero un presidente que pueda nombrarme sin convertir mi deseo en un antónimo mal compuesto. Uno al que no le importe que mi apellido sea una cruz. Uno que no haya sido obediente ni bien portado, que se haya dado contra el muro y se haya levantado. Quiero un presidente que sepa que, más que lo desconocido, para algunos volver al viejo monte es lo que aterra. Quiero un presidente que no esté suspendido de ninguna cuerda.
Quiero una persona no heterosexual para presidente y una marihuanera para vicepresidente, y quiero a alguien que no necesite guardaespaldas ni detener el tráfico a su paso, aunque varias veces lo hayan robado, acosado y manoseado en el transporte público. Quiero a alguien que pasee, camine y tome sus propias fotos de Instagram. Quiero un presidente que se proponga ser el colombiano que menos basura genera y que despliegue todo su poder burocrático a favor del aire limpio, el agua limpia y los bosques sanos. Quiero un candidato que si va a quemar un libro, sea el de la Seguridad Democrática, y que si promete más educación, no esté planeando perratearla y volver la universidad una aplicación de celular. Quiero un presidente que sufra de diarrea, vómito e insomnio cada que alguien se muera por algo relacionado con las decisiones de su gobierno, y un expresidente que por cada mentira que diga le salga una verruga purulenta en la cara. Quiero un presidente que no busque intimidarme con una mano firme para oprimir mi existencia, ni con un corazón grande rebosante de odio.
Quiero un candidato que tenga buen humor, que entienda que decir groserías no es de bestias antisociales. Que no se haga el santo ni el indignado cuando le hagamos memes señalando lo careverga que es, ni que quiera meterme los dedos a la boca con cínicas canas falsas. Quiero a alguien sin hijos trabajando por un mejor presente, porque entendió bien cuando escuchó “futuro nunca habrá, futuro nunca ha habido”. Quiero un presidente que transforme la Policía Nacional en un grupo de mediación y de guías de museo. Quiero creer en un proyecto y no en una persona, quiero una idea común por la que todos trabajemos.
No quiero un presidente que haga de su ser un ismo, ni que busque adoctrinarme con chavismo, castrochavismo, trumpismo, fujimorismo, pinochetismo, pero sobre todas las cosas: jamás en la vida uribismo.
Quiero una mujer de presidenta. Quiero una persona sin hijos de presidenta y una mujer transgénero de vicepresidenta y quiero alguien que haya padecido a Álvaro Uribe y que haya nacido cerca a un río tan contaminado por mercurio que no haya podido elegir si le daba Minamata. Quiero una presidenta que haya abortado, sin “maquinaria política” y candidatos graduados de universidades públicas. Quiero una presidenta que haga la fila y que nunca haya pronunciado ese “¿usted no sabe quién soy yo?” para obtener privilegios sobre los demás, que sea joven y que sepa que el sistema de pensiones colombiano le quita a los pobres para darle a los ricos, que los jóvenes no cotizamos por la precarización laboral, las cooperativas mal usadas y los empleadores que se eximen de obligaciones, que haya sido acosada sexualmente, agredida por lesbiana y que haya migrado ilegalmente. Quiero alguien que haya vivido con una comunidad étnica en un lugar asediado por el conflicto armado, que haya visto a las mujeres ir por el agua, morir gente buena y que perdone aunque nunca olvide; alguien que reúna todos nuestros poderes y no todos nuestros miedos. Quiero alguien que se haya enamorado, que respete la diversidad sexual de los otros, que haya cometido errores y aprendido de ellos. Quiero una mujer negra de presidenta. Quiero alguien cojo y con ganas de caminar, alguien que haya vivido la experiencia de perder su casa con el UPAC, marchado el primero de mayo y defendido el derecho a abortar. Quiero un presidente ex guerrillero. Y quiero saber por qué esto no es posible. Quiero saber en qué momento tener ideales se convirtió en algo negativo. Siempre un oligarca y nunca un ciudadano común. Siempre un empresario y nunca un humanista. Siempre un paraco, un corrupto que permanece impune.
“Quiero una persona”
Presidente o presidenta, me da igual. Lo que sí quiero es que esa persona haya roto algo, pero también que haya desafiado las leyes de la física, desandado el tiempo y reformado los fragmentos para transformar el futuro, el presente y el pasado. Y quiero que esa persona haya intentado lo anterior sin conseguirlo del todo. Quiero una persona que haya fumado “carro” en una olla de Cinco Huecos, pero que después haya visto que las enramadas en el horizonte son crines al viento. Quiero una persona que haya entendido que hay momentos para decirse: “Sí soy pequeña, no puedo hacer daño. Si no me muevo, no tiraré nada.”, y otros para afirmar: “Tan solo vivo cuando chocan las espadas.” Quiero una persona que se haya perdonado un trauma de la infancia. Quiero una persona que solo haya creído en la voluntad del individuo y en el momento indicado haya entendido que la voluntad de poder se articula con la gente. Quiero una persona que haya estado sola en la oscuridad de un baño mientras afuera fuegos pirotécnicos anunciaban un nuevo año, pero que en ese momento haya podido decirle al espejo: tranqui, todo pasa, todo pasa. Quiero una persona que no tema curarse en el llanto.
NO queremos creer en la legalidad del orden establecido. NO queremos el derecho a dar órdenes por parte de quienes tengan la competencia para ejercer la dominación según ese ordenamiento. NO queremos que por medio del mercado electoral se elijan periódicamente representantes de la élite política. NO queremos familias pertenecientes a la élite política que han llegado a la presidencia de la república en más de una ocasión. NO queremos familias pertenecientes a la élite política en la presidencia nunca más. No queremos medios de comunicación manipulados por la élite política. NO queremos una minoría organizada que concentra el poder político en un extenso territorio. NO queremos más López, Pastranas, Santos, Lleras, Gavirias ni Ospinas. No queremos más Uribes, ni nuevos Duques. No queremos buenos muertos. NO queremos la justificación política que autoriza la coerción. NO queremos el ejercicio del poder en instituciones estatales. NO queremos un sistema político basado en la autoridad. NO queremos UNA república. NO queremos UN presidente.
Quiero una feminista de presidenta y a otra feminista de vicepresidenta. Quiero que mi abuela sea presidenta, esto es, quiero a alguien que sepa lo que es echarse ocho hijos al hombro, dejarlos bien alimentados y bien educados, mientras lidia con las pataletas de un marido que solo le pide que no deje de parir. Quiero que mi tía sea presidenta, que baje de los cielos y le haga un juicio político a su esposo, el buen samaritano, quien le impidió ir al ginecólogo porque eso no era de Dios, y quien no le permitía trabajar, mucho menos tener la plata completa para que pudiera pagar la EPS. También quiero que mi amiga sea presidenta, porque sabe mucho más de justicia social que cualquier señor de derecha y ha tenido que aguantar años, siglos y milenios de hombres diciéndole que lo que piensa no es lo adecuado, que la manera en la que se expresa no es la adecuada, que la manera en la que se viste no es la adecuada. Quiero que mi otra amiga sea presidenta, porque podría hacer una alocución explicando que todo feminismo que no piensa en las otras, todo feminismo que no aboga por la que está más jodida, todo feminismo que desconoce la dignidad de la mujer afro, de la mujer indígena, de la mujer de otro estrato, todo feminismo de novela de salón de belleza es solamente cómplice de la opresión de la mujer. Quiero una mujer autoritaria de presidenta, quiero una mujer guerrillera de presidenta, quiero una mujer expropiadora de presidenta, quiero una abeja reina de presidenta.
Odio y apatía
amor y desinterés.
No por mí, ni por los que habitan las ciudades y los grandes centros urbanos
sino por los muertos. Los que jamás tuvieron una opción,
ya fuera para cambiar un voto por un plato de comida
o tener demasiado guayabo y pereza para decidir falsamente sobre su futuro.
¿Cuánto más debemos esperar en esta quietud?
¿Cuántas generaciones han de devorar los gusanos y el fuego fúnebre para entender que todos tenemos una voz propia?
No hay honor alguno en nuestros dirigentes y menos en nosotros que dejamos pasar lo impasable.
No hay político que conozca mi nombre.
No hay candidato que hable de sus diarreas y sus culpas.
Pero todos dicen que sí. Que están trabajando por nosotros, por el pueblo,
pero el pueblo es el veneno
y siempre se impone el mejor vestido, el más investigado,
el de peores valores y la más establecida lealtad.
Porque preferimos el dinero y la trampa,
y la trampa seduce más que el esfuerzo,
y el esfuerzo es solo una forma de pararse sobre los demás
para sonreír con los ganadores y sus subsidios
y algunos podremos huir y gritar y marchar
y otros se pierden en fosas sin saber qué es marchar y están lejos, muy lejos y sin un adiós
y sin agua y con miedo y con ganas de vivir y cometer errores.
El tiempo, ese maldito, y los gobernantes y sus cuatro años
y las decisiones a medianoche.
Y los viejos, con sus virtudes y las pruebas de todas las cosas que han hecho mal durante décadas
duermen tranquilos y hablan de evolución y hay licor y vallenatos y tiros al aire.
¡¡¡Qué espanto!!!
Al final, los hijueputas de verdad somos nosotros.
Los que pagamos aportes para obras que se caen por avaricia y mediocridad,
los que tienen cáncer y cada día se despiden de sus seres queridos con medicamentos americanos,
los que quieren hacer arte y solo se miden por su ego y el ego de los demás,
los que escriben poesía y nadie los lee.
los apartamenteros,
los bloggers,
los nacidos producto de violaciones y sin amor,
los aislados en caseríos sin carreteras,
los que son incapaces de hacer algo por sí mismos y están siempre esperando y deprimidos,
los que no sabemos seguir órdenes.
Y los que no tenemos un norte, ni armas ni abogados
y mucho menos un futuro, y qué idiota resulta decir futuro, cuando no podemos pasar unos minutos entre nosotros, sin que los gobiernos nos afecten.
Quiero una presidenta a la que alguna vez hayan tildado de guisa, de grilla o de loba, alguien con quien se hayan reservado el derecho de admisión, alguien que no camufle prejuicios de clase en cuestiones de estética, aunque prefiero un presidente que no use Crocs. Quiero un presidente que pueda sentir el dolor de los demás, que bese y abrace con frecuencia. Quiero un presidente al que nadie le haya creído cuando dijo que lo abusaron, quiero alguien que viva con su abusador.
Quiero un presidente con las medias rotas, que haya tenido que empeñar algún electrodoméstico en una compraventa, alguien que a pesar de no querer ser pobre siga siendo pobre. Quiero un presidente que no viva del bobo y que no parta la papaya que dejen puesta. Quiero un presidente con sentido del humor que no es lo mismo que ser un bufón.
Quiero un presidente epistemólogo, más que un ideólogo. Quiero un presidente que desafíe nuestros (pre)supuestos, entre ellos el que dice que la práctica y la teoría son mutuamente excluyentes. Quiero un presidente que pueda ver la interdependencia entre todos los sistemas, y que no nos confunda con exposiciones de arte interactivas. Quiero un presidente que habite los intersticios entre todos los saberes, y que por tanto, nos explique cómo unir los islotes y cómo mantenernos a flote. Quiero un presidente que sepa ser soberbio y dejar de serlo con la misma fiereza. Quiero un presidente que sea como todos mis novios: pensadores del ocio que han sabido reconocer lo que es el verdadero trabajo. Quiero un presidente que vea desde lejos la alienación y sepa crear políticas que nos protejan de la esquizofrenia y promuevan la polisemia. Quiero un presidente que escriba poemas a la hora del almuerzo. Quiero un presidente que se sepa frágil y que no intente disimularlo. Quiero un presidente que entienda la diferencia entre genitales y lugares de enunciación. Quiero un presidente que entienda qué se siente vivir húmedo y lleno de sangre.
Quiero un presidente que entienda la vida burguesa para poder convencernos de que es ese, precisamente, el opio del pueblo. Quiero un presidente que sepa su saber como frágiles hipótesis y cuentos verosímiles y no como verdades totalitarias. Quiero un presidente que entienda cómo ponerle y quitarle el sufijo a la palabra neoliberalismo. Un presidente que conozca las palabras que engendran todos los vicios y que nos ponen a botar babaza. Quiero un presidente que sepa escuchar a los muertos y que por tanto no sea positivista. Quiero un presidente que piense que los ríos piensan y no son tontos. El presidente que quiero es epistemólogo por que se enfrenta a la diferencia, no creyendo que la nombra, si no, simplemente queriendo acariciarla sin ternura, sin respeto, pero con amor.
Quiero un presidente de película. Que como en “El Aro” viva en la profundidad de un pozo y con la vanidad limitada a tener el pelo sobre la cara. Quiero un presidente sin sagas, de una sola cinta, a la que solo fueron unos pocos por ser una colombiana que solo estuvo en cartelera un fin de semana porque el país, como al espartano jorobado y feo de “300”, le dio la espalda y la marginó para siempre. Quiero un presidente como “Birdman”, con un final ambiguo pero con la determinación de saltar al vacío y no hacer nido en el poder en el momento en que el pueblo más lo aclama; incluso puede ser uno dirigido por Alejandro González Iñárritu pero que, a diferencia de DiCaprio, nadie premie por haber sobrevivido al ataque de un oso ni a las frías aguas de un río. Quiero a alguien como el tierno Ewok que muere en el “El Retorno del Jedi” y que se roba la pantalla grande pero segundos después nadie extraña; alguien como el Gremlin solitario que fuma y bebe whisky mientras escucha jazz en el rincón de un bar y que si bien no es exterminado por los humanos pronto morirá de tabaquismo, en todo caso. Quiero a un presidente de película pero que empiece de una, sin intros de productoras gringas o logos de entidades nacionales de fondos para el cine, de esas que en los créditos lucen como prendedores de Herbalife en la chaqueta de un indigente. Alguien cuyo mandato se acabe incluso en el momento menos esperado del filme, o que cuando uno abandone el teatro para ir al baño y regrese preguntando si pasó algo, la persona de al lado responda “Tranquilo, no se perdió de nada”.
Yo no quiero un presidente. Quiero una persona que nos ayude a denunciar y a movilizar colectivamente en palabras y acciones las injusticias de la distribución de la riqueza.
Yo no quiero un presidente. Yo quiero un movimiento de personas que no se quiera morir después de las elecciones.
Yo no quiero un presidente. Yo quiero una ciudadanía que reconozca el trabajo del cuidado de la naturaleza que vienen haciendo las mujeres que pelean en contra del extractivismo.
Yo no quiero un presidente. Yo quiero una red extendida de afectos que puedan resistir al asco y repudio de los medios.
Yo no quiero un presidente. Yo quiero una comunidad con imaginación radical y compromiso para pararnos en el presente.
Yo no quiero un presidente. No quiero ojos panópticos, ni cámaras de vigilancia, ni Estado que se entrometa en la gestión de la vida.
Yo no quiero un presidente. Yo quiero una ciudadanía que se solidarice permanentemente con los territorios más afectados por la violencia histórica de este país.
Yo no quiero un presidente que mire a los pequeños productores e informales como ilegales.
Yo no quiero un presidente, yo sólo quiero que se termine el reclutamiento forzado y el servicio militar obligatorio de una buena vez.
Yo no quiero un presidente. "Quiero una clase académica, intelectual y profesional que no use su conocimiento para excluir y frustrar la participación de comunidades locales en la protección de la biodiversidad".
Yo no quiero un presidente. Solo quiero un poco de tiempo para pensar.
Quiero una puta transgénero de presidenta. Quiero una persona desnutrida de presidente y una webcamer de vicepresidente y quiero a alguien sin empleo fijo, ni pensión y que haya nacido en un lugar donde el agua esté tan saturada de cianuro y mercurio que no haya podido elegir qué deformación física sufrir. Quiero una presidenta que haya cuidado desde los 13 a sus hermanos menores y quiero un candidato que no sea egresado del Moderno, del Helvetia, del San Carlos o que haya hecho un curso de verano en Harvard. Quiero un presidente que haya perdido a su amante por culpa de los paramilitares, que todavía lo vea cada vez que cierra los ojos y sepa qué se siente abrazar a alguien que mataron. Quiero a un presidente que no viva en Praderas de Potosí o sea miembro del Club el Nogal, que le haya tocado poner tutela en la clínica, en la EPS, en la oficina de Colpensiones y haya sido un vendedor ambulante, que haya sido perseguido por la policía que defiende el espacio público por encima de la dignidad humana, violado sexualmente en su infancia, agredido por ñero y que le hayan negado visas. Quiero a alguien que haya pasado la noche en la selva, al que le hayan allanado injustamente la casa y que haya sobrevivido a las Masacres del Aro. Quiero a alguien que esté enamorado y que conozca el amor, que respete las identidades de género y las orientaciones sexuales de los demás, que la haya cagado y que la siga cagando mientras aprende. Quiero a una mujer que haya sido empleada doméstica desde los 12 de presidenta . Quiero a alguien con la cara quemada con queroseno y con resentimiento social, alguien que todas las noches haya sido encerrado en su propia casa, por su madre mientras esta salía a trabajar, alguien que haga parodias y que consuma drogas, que sepa que la marihuana no te pone violento y que haya sido internado en un manicomio. Quiero a alguien que haya sido acusado de rebelde y subversivo. Y quiero saber por qué esto no es posible. Quiero saber en qué momento empezamos a creer que un presidente es siempre un payaso pagado por el narcotráfico. Siempre un general y nunca un soldado. Siempre un patrón y nunca un sirviente. Siempre un asesino, siempre un cínico, que permanece impune.
Quiero un presidente ansioso. Quiero a alguien que se sonroje incontrolablemente al decir mentiras, quiero que le suden las manos porque de paso es incómodo socialmente. Quiero un presidente que se ponga nervioso al hablar con un campesino, con un obrero, con un habitante de la calle o con una empleada, no porque tema pasar por clasista o tenga que esconder su complejo de superioridad, sino porque les teme y los respeta. Quiero que apeste entendiendo de diplomacia, que sea torpe y no entienda de jerarquías.
Quiero un presidente que padezca todas las enfermedades que aquejan a los que sienten en exceso.
Quiero un presidente que sufra de gastritis, de colón irritable, de ataques de pánico, de insomnio, y que se le exacerben los síntomas al comprender la situación del país. Que somatice de tal manera la culpa que sea imposible para él cagarnos a propósito, o cubrir a los que lo hicieron. Quiero un presidente empático y enfermo al que se le retuerza el estómago cuando ve que nos roban, que nos matan y nos desaparecen, y cuando descaradamente nos meten los dedos en la boca. Quiero un presidente que ponga entre paréntesis todas sus promesas, pusilánime e inseguro, pero irremediablemente honesto.
(leer con generador de voz computarizado)
Quieren un presidente que no hable de sexo. Quieren una persona sana de presidente y un cisgénero de vicepresidente y quieren a alguien con médico privado pero que nunca enferme y que haya nacido en el paraíso, un lugar fértil, hermoso y de ricos olores. Quieren un presidente padre múltiple y quieren un candidato buen muchacho. Quieren un presidente que haya perdido su virginidad después de casarse, que tenga sexo solo para reproducirse más y de abuelos célebres de digna herencia. Quieren a un presidente que viva bien, que tenga cirugías estéticas, que vaya al spa frecuentemente y no haya pasado nunca ninguna necesidad, que tenga secretarias y reinas amantes y tal vez algún asistente, que le den pleitesía y que vaya todos los años a su casa en Washington o Miami. Quieren a alguien que haya pasado todas las noches en limpias sábanas de seda, tibio y con dulces sueños. Quieren a alguien que no pierda el tiempo hablando de su esposa ni otras mujeres, que aconseje ordenando y diga que lo sabe todo. Quieren a un honorable macho blanco como sus dientes. Quieren ‘duelale a quien le duela’ alguien que tome café sobre su corcel, en guayabera y sombrero. Quieren al ‘Gran colombiano’ que todo lo puede comprar. Y quieren que vuelva porque lo consideran presidente eterno o se tira al río Magdalena. Siempre un líder supremo nunca un procesado. Siempre un frentero, siempre “le doy en la cara marica”, porque no estarían recogiendo café.
Despierten
No quiero un presidente como el Presidente Camacho de Idiocracy ni como Frank Underwood de House of Cards. Quiero alguien que presida sin que ese sea su oficio principal. No quiero un presidente como James Marshall en Air Force One ni uno como James Dale en Mars Attacks!, más bien que sea otra cosa pero no un presidente. Alguien que le deba al gota a gota y que se derrita y fluya por los desniveles. No quiero un presidente como el de El diario secreto, El Punto Límite, o como Merkin Muffley en Teléfono rojo volamos hacia Moscú. Quiero un presidente que tape con sus dedos los huecos en los ladrillos hechos por los bazuqueros. Odiaría un presidente como Fowler de Pánico nuclear o Josiah Bartlet en El ala oeste de la Casa Blanca. No quiero un presidente como Ashton en En el punto de mira ni uno como el Presidente de 1997: Rescate en Nueva York. Quisiera alguien que juegue chance y que cuando camine al apostadero esté soñando despierto, lleno de tiempo muerto. No quiero un presidente como Jack Neil en Asesinato en la Casa blanca. No quiero un presidente como Allen Richmond en Poder Absoluto ni como el de la película Conspiración en la sombra. No quiero un presidente como Walter Emerson en Amenaza nuclear ni como el de X-Men. Prefiero alguien que no sea fotogénico, ni que tenga diseño de sonrisa o diseño de peinado, ni con diseño de actitud, estilo, vestuario, discurso, ni con oficinas de mercadeo, comunicación asertiva, ni departamentos y departamentos de lo humano.
Finalmente, ni hablar de un presidente como Thomas J. Whitmore de Independence Day. No importa que tan buenos sean como personajes, yo quiero un presidente que sea persona.
Quiero un río de presidente. Quiero un manatí de presidente. Quiero un océano de presidente. Quiero un glaciar de presidente. Quiero una selva de presidente. Quiero a las serpientes de presidente. Quiero a las especies nativas de presidente. Quiero a la montaña de presidente. Quiero el carbón y el petróleo en el suelo, enterrados con los huesos de los seres humanos que después de años de ser anónimos pudieron por fin ser reconocidos. Quiero un presidente que le dé sepultura digna a los muertos, un presidente que los haya llorado, un presidente que haya perdido hijos e hijas y padres y madres a causa de la violencia, un presidente que sí sabe qué significa cuando la vida propia y la de los seres queridos para otros no significa nada. Quiero a una mujer negra de presidente, quiero a una madre de Soacha de presidente, quiero a una feminista transgénero de presidente. Quiero a una activista ecologista de presidente, quiero que una mujer indígena sea elegida presidente, que sea elegida con la mayoría absoluta de votos desde la primera vuelta, y así no tener que lidiar con los electores y las electoras incapaces de pensar en un proyecto de sociedad basado en la vida y en el interés común. Quiero que mi presidente prohíba el fracking y permita el aborto gratis. Quiero una presidenta que le dé a cada uno y a cada una el espacio suficiente para disentir, y para crear apego por la vida. Quiero que el agua sea presidente. Quiero una presidente cuyo mérito no se reduzca a la sed insaciable de poder. Quiero una líder sindicalista de presidente, quiero de presidente un ser humano que no sea el idiota útil del mundo de las finanzas, ni de Monsanto ni de los lobbys industriales. Quiero la soberanía alimentaria de presidente.
Quiero un presidente que no esté obsesionado consigo mismo, con seducir multitudes, con tener millones de seguidores en sus redes sociales, con pensar en voz alta a través de Twitter, con buscar aceptación y gloria a cualquier precio. Quiero una persona que haya trabajado en situaciones de máxima precariedad, sin apoyo alguno del régimen ni sus instituciones. Quiero un presidente que haya vivido el conflicto en directo, que haya perdido seres queridos y superado los odios de la guerra.
Quiero un presidente que no sea amigo del anterior. Que no venga del mismo barrio rico, no haya ido a la misma universidad privada, y no haya tomado whisky en el mismo club. Quiero un presidente que conozca el Chocó y el Guaviare, pero no desde un helicóptero o una caravana blindada: que haya caminado bajo el sol picante del Urabá, que haya navegado en bote de línea por el río Magdalena, y haya oído las ráfagas de fusil y los tatucos de noche en Toribío, Caloto y Argelia. Que al nuevo presidente lo hayan atracado en el centro de Bogotá.
Quiero un presidente que tenga más cara de indio que de español, y que haya visto el lado negro del mal gobierno. Que haya tenido trabajos y no ventajas, y pueda imaginarse una vida de salario mínimo, de créditos bancarios como camisas de fuerza, y esperas de tres meses en la EPS. Quiero un gobernante que gobierne para los que siempre pierden, y que los que ya ganaron tengan que hacerse a un lado. ¿No es lógico? No quiero más políticos entrenados para robar, quiero, simplemente, un presidente.
Queremos presidentas, no un presidente, un colectivo de presidentas, una asamblea, una asociación, un parche, un autogobierno permeable y urgente. Presidentas que puedan ser relevadas sin recurrir a costosas y estruendosas campañas, presidentas de garaje, sin doctorados, credenciales ni pasaportes. Queremos presidentas sin estado civil, ni nombre, ni número de cédula, sin facebook y sin teléfono. Queremos unas presidentas que puedan ser de cualquier género. Queremos un colectivo de presidentas que sea independiente, autónomo, informal, contracorriente, irreverente, indisciplinado. Queremos a alguien que le de nombre a todas las condiciones que no tienen nombre.
Queremos un colectivo de presidentas que representen varias instituciones e ideologías y escuelas de pensamiento, no queremos ser víctimas de la homogeneización ni de la unidireccionalidad. Queremos naciones sin estado. Queremos un colectivo de presidentas invertebradas, versátiles y opacas, que se mantengan al margen y atraviesen los bordes. Queremos un colectivo de presidentas, no queremos una única cabeza visible, queremos poder ver el horizonte desde cualquier punto de vista.
Quiero un presidente que nunca sea imagen, que sea oscuro, que se niegue a ser actriz del teatro de la televisión, quiero un presidente que no se disfrace frente a una cámara, una presidente desenfocada por los lentes, quiero un presidente que rechace sin miedo las invitaciones a programas, alguien que nunca sea registrado, quiero un presidente que no pueda ser fotografiado, vestido siempre de negro, rechazado por el brillo de los estudios y el sin fin de las revistas. Quiero un presidente que no tenga género y sobre quien se pueda hablar con cualquier pronombre, quiero una presidenta que se niegue al vestuario, quiero un presidente que no se permita jamás una camiseta de fútbol, un sombrero, un escenario de música. Quiero un presidente que sea un actor del anti personaje, quiero una presidenta que sea la antítesis de la reproductibilidad, que no se deje transmitir, que solo sea texto y comunicados acrónimos, quiero un presidente que fracture los lentes de todas las cámaras y escupa el diseño de producto de rápido consumo, quiero una presidenta que hable despacio para desesperar a los oyentes, quiero un presidente que haga caso a todos los asesores de imagen al tiempo, que sea un palimpsesto, un texto imposible, un nudo, un enjambre, una mezcla, una revuelta, una plastilina revuelta, que sea ilegible, alienante, desesperante, absurdo, invisible, intelevisible.
Quiero una presidenta que aún no sepa dónde está el cuerpo de su hijo, y un vicepresidente que haya perdido una extremidad por haber pisado una mina antipersona. Alguien que prefiera el bareto que a alvarito. Una candidata víctima de un ataque de ácido ejecutado por un malparido. Un presidente ateo. Quiero a un indígena de presidente cuyo discurso de posesión sea pronunciado en su lengua nativa sin ningún tipo de traducción simultánea. Alguien a quien lo haya picado el chikungunya y le haya tocado trabajar al otro día. Un candidato que cite a Jaime Garzón antes de comenzar cualquier discurso oficial. Una mujer que haya trabajado como empleada doméstica y se haya negado en dárselo al patrón. Un presidente que sepa tocar marimba de chonta. Alguien que haya pagado una condena por ser mula. Quiero al fantasma de alguno de los muchos líderes sociales asesinados en los últimos años como presidente. Alguien que haya desenterrado, con sus propias manos, los restos anónimos encontrados en una fosa común. Un candidato que exprese sus miedos con la misma insistencia que sus certezas. Un presidente que se haya negado a prestar servicio militar. Una madre soltera que perdió todos sus ahorros en DMG. Alguien que haya pogueado en Rock al Parque. Un presidente que tenga la suficiente humildad para reconocer sus fracasos, y la suficiente imaginación para enfrentarlos nuevamente.
No quiero un presidente. No. Quiero una presidenta. Una presidenta. Porque ya es hora. Y ojalá sea también indígena y negra y gitana y campesina y transexual y lesbiana o, simplemente, pansexual. Quiero una presidenta no heterosexual, que es como nos llaman ahora casi con asco. Una presidenta que le dé voz a quienes nunca han tenido voz. Una presidenta que represente a los millones de marginados y de marginales, a los millones de víctimas, de desplazados, de torturados, de desaparecidos. A los casi cincuenta millones de seres invisibles que componen esta patria de excluidos.
No quiero más presidentes blancos, ricos, ilustrados y ladrones. No quiero más desalmados, no quiero más asesinos, no quiero más truhanes que gobiernan solo para sus amigos o sus jefes. Quiero una presidenta que sea como un huracán. Una presidenta tormenta. Una presidenta vorágine. Una presidenta que arranque de raíz tanto árbol podrido, pero tenga luego el amoroso juicio para sembrar lo que deba ser sembrado. Quiero una presidenta. Una. Al fin una presidenta.
Yo quiero un don nadie para presidente. Una doña. Alguien que no aspire a nada. Que sea capaz de tomar la decisión más difícil de humano en estos tiempos: no hacer nada, no ser nadie. Que un político no haga ya es bastante. Quiero un presidente libre de expectativas, de zapatos prestados, de zapatos del otro. Quiero alguien con la fuerza de los ñeros, tanta como para darle la espalda al progreso, capaz de parar el crecimiento, incapaz de dar un paso al frente. Quiero un presidente echaopatrás. Quiero un presidente que valore el placer ajeno más que el propio, que se muera si le toca por atender la piel ajena, que sepa hacer venir y varias veces antes de venirse. De escurrirse. Quiero un presidente malhablado, un presidente que vaya a cine y se ensucie con las poetas. Quiero un presidente que dignifique la palabra cerdo, bestia, o rata. Animal. Quiero un presidente que rectifique. Un presidente que sepa a quién matar porque matándolo evita la muerte de otros cientos, inocentes en su nombre: así implique su suicidio. Quiero un presidente con puntería, con dulces largos dardos de veneno en la lengua. Un presidente preciso. Un presidente que se sepa un turista del dolor, un extranjero: un presidente que tenga dolores impuestos y no como siempre dolores elegidos. Un presidente que renuncie, que desmonte la presidencia, que dinamite el palacio, que nos lleve de la mano al mar y nos regale su naufragio, y nos deje ver como se ahoga: mientras tanto nosotros brindaremos.
Yo quiero un presidente que logre un cambio para que todos estemos un poco mejor. Quiero una persona con fraternidad. Quiero una persona que se reconozca en el otro. Quiero un presidente que el horror de la violencia, lo tenga clavado en el corazón. Quiero un presidente con la memoria viva. Quiero un presidente que no pare la lucha por los acuerdos de paz. Quiero una persona que no pierda la esperanza. Quiero un presidente que resista sin descanso. Una persona que tenga la fuerza de la dignidad. Que deje de hacer trizas la selva. Quiero un presidente que sea feliz. Quiero uno que dude. Quiero un presidente que disfrute del no hacer. Quiero un presidente que tenga sentido común y del común. Quiero un presidente que tenga sentido del humor y del amor. Quiero alguien que no posponga el gustico. Quiero una persona que tenga sentido de la igualdad. Quiero un igualado que sepa que nadie es más que nadie. ¿Será que es mucho pedir?
Adquirir conciencia política.
Votar convencidos por el futuro que debe ser vs. el que no.
Comenzar a esperar el futuro.
Ver como el futuro queda en el pasado.
Habituarse a que nada nunca cambia y entender qué es el presente.
Cuatro años pasan y después pasan.
Memorizar el futuro inmediatamente anterior.
Leer el poema de Zoe Leonard.
Quiero una lesbiana de presidenta.
Renovar la conciencia política adquirida.
Votar semi-convencidos por el futuro que debe ser vs. el que no.
Comenzar a esperar el futuro.
Ver como el futuro queda en el pasado.
Habituarse a que nada nunca cambia y entender qué es el presente.
Cuatro años pasan y después pasan.
Memorizar el futuro inmediatamente anterior y sumarlo al anterior.
Leer el poema de Zoe Leonard.
Quiero una persona con SIDA de presidente y un maricón de vicepresidente.
Renovar la conciencia política renovada.
Votar poco convencidos por el futuro que debe ser vs. el que no. Comenzar a esperar el futuro.
Ver como el futuro queda en el pasado.
Habituarse a que nada nunca cambia y entender qué es el presente.
Cuatro años pasan y después pasan.
Memorizar el futuro inmediatamente anterior, sumarlo al anterior y al anterior.
Leer el poema de Zoe Leonard. Quiero a alguien sin seguro médico y que haya nacido en un lugar donde la tierra esté tan saturada de desechos tóxicos que no le haya quedado de otra que tener leucemia.
Y así sucesivamente a ver qué se acaba primero, el poema de Zoe Leonard o la vida.
Quiero un presidente que entienda, alguien que escuche y se haga escuchar. Quiero un presidente que siempre tenga la duda de estar en lo correcto. Quiero un presidente justo y luchador, quiero un presidente que no le interese lucrarse con su posición. Quiero un presidente que se haya equivocado de manera contundente muchas veces en su vida, pero que haya aprendido de sus vivencias. Quiero un presidente que no se avergüence de lo que es, intentando ser alguien más a los ojos del pueblo. No quiero a alguien que evite los problemas e intente cubrirlos para no arreglarlos, sino que los afronte y los haga visibles para que todo el mundo los conozca.
Quiero una presidenta feminista. Quiero una presidenta animalista y una bien punketa de vicepresidenta, y quiero a una mujer sin casa ni apartamento propio y sin carro ni moto que intoxiquen las calles y que ande solo en bicicleta. Quiero una presidenta que ponga su alma en evitar los embarazos de adolecentes, que luche por el derecho de todas las mujeres al aborto, que lo que más le importe sea mejorar la educación para todas y todos a ver si con eso dejan de violar y matar a nuestras niñas y nuestros niños. Quiero una que le duela el estómago y le den nauseas cada vez que en las noticias dicen que un desgraciado mató a golpes a su esposa o que un tanque de petróleo se derramó accidentalmente en un río. Quiero una presidenta que sepa lo que es sentirse discriminada por su clase social, por su color, por su olor, por sus gustos, por sus tactos y por sus gestos. Quiero alguien que sea honesta y justa y sepa perdonar.
Quiero una presidenta feminista que sea inteligente y sepa hablar con palabras directas, fuertes, sosegadas y dulces. Quiero alguien que haya trabajado de mesera, de bailarina, de profesora, de prostituta o de enfermera. Que no sea de las que piensa que la revolución es solo de las mujeres o de las que se quedan calladas cuando se recibe la primera amenaza, la intimidación que proclama que las cosas YA tienen su regla, y que nada se puede cambiar.
No quiero un presidente chocarrero, burletero, puñetero, altanero, arrogante, denigrante, desafiante, insultante, colérico, impúdico, irónico, ilógico, cínico, hermético, caótico, perifrástico, pleonástico, esquizofrénico, parabólico, paradójico, inservible, irreparable, irresponsable, implacable, indolente, insolente, impertinente, repelente, recurrente, maldiciente, demente, senil, pueril, brujeril, burlón, ramplón, parcial, sectario, atrabiliario, escabroso, empalagoso, tortuoso, tendencioso, rencoroso, sentencioso, verboso, cenagoso, vertiginoso, luctuoso, memorioso, caprichoso, jactancioso, ocioso, oscuro, nublado, empantanado, alucinado, desquiciado, descentrado, solapado, calculado, obstinado, atrabancado, desorbitado, iracundo, bufo, denso, impío, arcano, arcaico, repetitivo, reiterativo, exhaustivo, obsesivo, jacobino, viperino, vituperino, luciferino, ciego, sordo, necio, obsceno, terco, torvo, gratuito, execrable, excéntrico, paranoico, infame, siniestro, perverso, relapso, pertinaz, veloz, atroz, soez, sagaz, mordaz, feliz, falaz, olvidadizo, inmoral, insensato, payaso, deslenguado e hijueputa.
Adjetivos prestados de un texto de
“Entre fantasmas” (1993) de Fernando Vallejo
Quiero un presidente que no sea presidente.
Quiero un presidente que no necesite posesión.
Quiero un presidente que no desee ser presidente.
Quiero un presidente que no crea en la democracia, y que entienda que el voto es una manera más de domar nuestros impulsos políticos.
Quiero un presidente que también sea una presidenta.
(No) quiero un presidente.
Quiero un presidente que no sea presidente.
Quiero un presidente que sea un (no) presidente.
No quiero un presidente que quiera ser mi presidente.
Quiero un presidente nacido en el mar, quiero un presidente que haya tenido paludismo, que haya amado un negro. Quiero un presidente que haya visto morir un negro amado, que haya cantado un chigualo y no haya podido llorar. Quiero un presidente que se le muevan las tripas con un alabado, que tenga más de un ahijado indígena, que haya sentido la fuerza de un Jai. Quiero un presidente que sepa curar con plantas, que sepa pescar, que haya comido canchunche, que haya escuchado los cantos de las ballenas nadando una mañana en el mar de Jurubirá. Quiero un presidente que baile chirimía, que toque tambor, que pesque, que conozca qué es el Golfo de Tribugá y porqué quieren desaparecerlo, que sepa lo mucho que hace falta una comunidad. Quiero un presidente que se haya parado con sus su esposa, sus hijos, su familia y toda su comunidad a decir no, frente a paras, guerrilleros y narcos . Que haya dormido con un cuchillo entre los dientes. Quiero un presidente que sepa que por su casa pasa coca, que la haya visto salir del mar. Quiero un presidente piangue, que cante a la muerte, que llore con ella y que tenga un biche curado como rezo y medicina para el cuerpo.
Quiero un presidente del margen de la existencia, de la tierra de nadie, del subdesarrollo, del olvido, del manglar.
Quiero un presidente perro
que ladre y no muerda
lo saco a pasear y lo miran con recelo.
Quiero una presidente gallina
que se llama Gina
y tenga huevos de oro.
Quiero un presidente burro
de gran corazón y que trabaje duro.
Quiero una presidente abeja
que no acepta queja y gran roncha deja.
Quiero un presidente sapo,
verde, arrugado,
con lengua de trapo.
Quiero un presidente lagarto,
esos que nadan bajito y que comen harto.
Quiero una presidente víbora,
venenosa y ágil
de las que a las ratas devora.
Quiero un presidente mariquita
ideal para las plagas en la huertica
Quiero una presidenta loba
con mucho pelo y que se cuide sola.
Quiero una presidente mosca
que sepa nadar en sopa,
que le guste la rosca.
Quiero un presidente Marrano.
También,
quiero una presidente Mula
y un presidente Morsa.
Si en la misma finca todos conviven
que a cada uno un cargo les den.
Y a los que humanos son
vacaciones y ron.
Gente bien,
yo quiero un presidente que piense en la gente, y que la gente piense su presidente.
No quiero que la gente ame, admire, respete o tenga miedo a su presidente, quiero que lo piense.
Quiero que la gente piense su presidente y que lo gobierne, lo controle, lo conduzca, lo eduque, le exija y le dé órdenes.
Quiero que la gente deje de rezar presidentes, mesías, idolos, genios, maridos, reyes y jefes.
Quiero que la gente deje de rezar.
Quiero que la gente deje de esperar órdenes.
Quiero que la gente deje de esperar que todo salga bien.
Quiero que la gente deje de esperar.
Quiero que la gente piense en la gente, la otra gente, la que tiene al lado, la que está lejos.
Quiero que la gente piense en la gente que no puede pensar, en la que no dejan pensar.
Quiero que la gente deje de pensar.
Quiero que la gente deje de pensar y que sienta algo por los demás.
Quiero que la gente deje de sentir y que haga algo por los demás.
Quiero que la gente quiera.
¿Quiero un presidente?
¿Quiero a un presidente?
¿Se puede querer a un presidente?
No quiero un presidente
sino una junta de acción comunal
que me hable en lenguas que desconozco,
que baje en canoa por los ríos,
que hable con la tierra y con los muertos.
O
una coordinadora general
que sepa de zapallo, maíz y fríjoles,
de arepas
pero no de tamal,
que sepa bailar y tocar el tambor
y que tenga buen oído para escuchar.
Quiero un presidente negro, e indio. Cualquiera de las dos o las dos al tiempo. Quiero alguien que sea hijo de quienes fueron despojados por primera vez de su tierra en esta tierra, e hijo de quienes llegaron a la misma sin querer venir, encadenados a un puto barco solamente para colmarnos de regalos como el tambor sin el cual no sería la cumbia y el plátano, para ser luego relegados a lo más infértil de nuestro país. Es más, quiero una presidenta. Una que atemorice a los hombres blancos y los haga sentir inseguros, una presidenta que muestre un gusto patente, latente y notorio por todas las facetas del placer: que coma con ganas, como quienes han aguantado hambre alguna vez. Que lea con avidez, que vaya al cine, que grite en el estadio y llore viendo los Olímpicos. Quiero una presidenta negra e india que esté dispuesta a explicarme cada cosa que no entienda yo de nuestra constitución, que cuente chistes y nos gane a todos en las maquinitas. Quiero una presidenta negra, india, inmune a las mentiras y a las cadenas estúpidas de whatsapp, una presidenta irrefutable llena de carisma y de vitalidad, que cante con un vozarrón infalible, aunque desafine a menudo, y que sepa bailar, pero de verdad, no como bailan los presidentes cachacos cuando tienen que demostrar que saben bailar. Quiero una presidenta anarquista que esté dispuesta a mandar el Estado a la mierda en pro de la libertad de nosotros sus votantes y sus gobernados, que entienda la felicidad que viene con la libertad y que entienda la libertad misma como el regalo más grande y el tesoro más preciado. Quiero una presidenta que haya comido mierda y que haya montado en bus, sin cámaras que la miren. Quiero una presidenta valiente, que no se comporte como una mesías. Que oiga a sus asesores, pero a menudo los supere. Quiero una presidenta que comparta memes y se ría de sí misma. Quiero una presidenta que pueda caminar por Tumaco, Barbacoas, Buenaventura, Nuquí, Guapi, Taganga, Palomino, Riohacha, Barrancabermeja, Ocaña, Santander de Quilichao, Muzo, Pauna, Pacho, Tibú, Mitú, Inírida, Sanjosé del Guaviare y cualquier otro municipio del país, sin temer a quienes allí viven, sin tener que usar una escolta. Quiero una presidenta negra e indígena, que enamore a quienes alguna vez piensen en acabar con ella, una presidenta que aspire a pasar sus días de retiro leyendo y jugando.
Quiero una presidencia como servicio social obligatorio.
Quiero un presidente o presidenta escogida al azar, que sea persona del común y que durante 4 años tenga la obligación de hacer lo que quiera, posiblemente lo mejor para el país. Durante su mandato, su nombre nunca será revelado, su imagen y discurso hablado serán reemplazados por voceros que lo representarán en cada tema; Un vocero para temas relacionados con educación, otro para temas económicos, otra para temas judiciales, y así sucesivamente. Será una presidencia libre de egos, sin salario para sí mismo y para sus ministros, concejales, fiscales, registradores, senadores y concejales. Al terminar su mandato será ésta persona la encargada de elegir de nuevo al azar, al nuevo candidato.
Quiero a un anónimo de presidente. Quiero una persona ignorada y alguien que siempre hubiese sido invisibilizado, por cualquier razón, de vicepresidente y quiero a alguien sin privilegios y que haya tenido que dejar su casa para volverse un errante desesperanzado. Quiero un presidente que no haya sido un prodigio en su niñez ni en su juventud y quiero un candidato por el que me sienta convencida. Quiero un presidente que haya tenido muchos oficios para sobrevivir, desde lavar platos hasta manejar taxi, alguien que no hubiese sido un patrón con vocación de mando. Quiero a un presidente que haya competido y haya perdido, que se haya sentido fracasado, que desprecie la seducción y prefiera las palabras francas. Al que le hayan cortado los servicios por falta de pago y que haya tenido que regatear el bus y arriesgar su vida atravesando una calle para colarse al Transmilenio. Que se haya sentido perdido, que se haya enfermado estando solo y sin plata, que haya sentido desprecio por sus propias ideas y que haya estado equivocado. Quiero a alguien que no tenga tantas certezas, que más bien se plantee preguntas y sea capaz de poner en duda verdades que parecen inamovibles. Quiero a alguien que no tenga escoltas y que no tenga un apartamento de revista de diseño. Quiero a alguien que crea en lo imposible, que nos conduzca hacia lo que pensamos improbable, que no quiera tener propiedades y tenga una familia disfuncional e hijos feos. Quiero a alguien que haya tenido que pedir prestado para pagar el arriendo. Y quiero saber por qué un presidente no puede tener sentido del humor. Quiero saber en qué momento empezamos a creer que un presidente es siempre un terrateniente defensor de la moral. Siempre un gran señor, nunca una persona común con necesidades comunes, que no necesita ser el dueño de inmensas haciendas. Siempre un privilegiado y nunca un tipo anónimo. Siempre un señor manipulador, siempre un iracundo que llama a las armas, que permanece impune.
I want I want I want— soy un gringo acostumbrado a desear sin fondo, así que quiero un presidente sin fondo, y a la vez sin profundidad. Quiero un presidente de película. Quiero un presidente que sea héroe de acción, como Harrison Ford en su papel de presidente en Air Force One—Avión Presidencial. Quiero un presidente que dice “Get off my plane” y, con una patada al pecho, manda al malo volando por la puerta abierta del avión. Quiero un presidente de justicia simple y clásico, blanco y negro, que ahorca los malos en pura imagen serpentina que ondula por la pantalla como alucinación opioide. Quiero la película Snakes on a Plane con Samuel L. Jackson por presidente, ni siquiera Samuel L. Jackson, solamente la película, el guión, el concepto. Quiero un tubo de metal lleno de serpientes por presidente, un smoking lleno de serpientes que imitan los ademanes humanos. Quiero un presidente que abre la boca y solo le sale serpientes. Quiero una burocracia que solo sea la broma pesada de presentar una lata de nueces, un cilindro de metal que, al abrir, estalla con miríada de serpientes de papel, todos siseando “Querer Querer Querer.” Quiero un gobierno de serpientes— digo, un gobierno en que las serpientes toman control de todo y mandan los humanos volando por la puerta trasera, siseando “Get off my Plane.” No quiero ninguna serpiente mitológica sino serpientes actuales. Quiero la serpiente que le picó a Gloria Anzaldúa —chicana, lesbiana, trilingüe, frontera encarnada— quiero esa serpiente que le otorgaba una sensibilidad que ella denominaba “la facultad.” Quiero un presidente que tiene esa facultad de presentir, esa facultad que resulta de haberse envenenado, esa sensibilidad al porvenir que resulta de un encuentro en el cual trasciende su humanidad. Quiero un presidente que siente el júbilo inmortal que diferencia a los que han sufrido inmensas penas y así reconoce lo que es luchar por la felicidad. Quiero un presidente quien jamás se rebaje a semejante título.
Quiero que vomite palabras, que su tripa vocifere colores. Quiero un cavernícola infantil. Quiero un animal morado y verde, de esos reales, instintivos, de esos que tiemblan, que subsisten, que hablan conforme a lo que sienten y piensan, sin mutaciones.
Quiero que mire a los ojos y que se deje mirar a los ojos. Quiero que camine con un ritmo armonioso y que grite desafinado. Quiero que salude por saludar, que salude torpe con mejillas grasosas, con una sonrisa marrón y sudores amarillos pero sin dudas.
Quiero que vuele y que incite al vuelo. Quiero que esté fuera de un lugar común, quiero errores discursivos, quiero una humildad lúcida.
Quiero poder ver a través de su figura, quiero un cuerpo transparente, espontáneo, franco, libre y que libere. Quiero una figura verdosa y cremosa. También la quiero con tabaco, melón, terracota, naranja y canela.
Quiero un tachón ridículo, oloroso, deforme, multicolor y traslúcido como presidente.
Quiero sorber las lágrimas de anfibio que brotan de sus lánguidos lagrimales para persuadir a sus presas, Presidente. Quiero encebollarle los ojos para que ganen transparencia, Presidente. Quiero saturar sus globos oculares de gotas envenenadas para que sienta las palpitaciones que mantienen de pie su prepotencia, Presidente. Quiero escuchar sus discursos marcados por sus honestas pulsaciones, Presidente. Quiero que las lágrimas le saquen llagas al captar el empático dolor de los otros, Presidente. Quiero que deje su casa real, que se movilice con el dolor, Presidente. Quiero que su extenso aliento nutra los ojos de agua o nacimientos, que alimente los lechos fluviales del país, Presidente. Quiero que sus pies se cauterizen y que su cuerpo se seque porque ha escuchado los secretos expulsados de las celosías de las calles, Presidente. Quiero que su reinado de pavos secos se convierta en potestad de humildad y de flujos de reconocimiento, Presidente. Quiero que el peso de su cuerpo desaparezca y que su estabilidad se desplome por la tormenta emocional que lo evidencia, Presidente. Quiero que se humanice y se desvanezca en la tierra, Presidente. Quiero desfigurarle la mirada astuta que hiere y en seguida anula, Presidente. Quiero, Presidente, que deje de negar el hueco de donde proviene, porque todos venimos del mismo. Quiero dejar de asumirlo como un personaje pre-existente, porque siempre llega el mismo genérico... de Presidente. Quiero entonces, Presidente, meterlo dentro de mi vientre líquido y vivo para que grite y para que mis vísceras expulsen un nuevo Presidente.
Si no odiara la palabra tendencia diría que en este momento hay una tendencia de los animales a inmiscuirse en asuntos políticos. Los antecedentes son varios y bien conocidos: el primer caso fue el pájaro de Maduro. Por haber juntado las últimas tres palabras de la frase anterior me siento tentado a imaginarme una esculturita pequeña de un pajarito hecho de plátano maduro, pero quiero evitar esa tentación porque de eso no es de lo que quiero hablar. Por hablar me refiero a escribir que es lo que estoy haciendo en este mismo momento, aunque bueno, en este momento estoy leyendo en voz alta y esa es una forma de hablar.
Hugo Chávez murió y reencarnó en un pájaro que le dijo quién sabe qué cosas a Maduro, esa es la historia. Después, en medio de un acto electoral de Bernie Sanders, otro pájaro se posó en el atril desde donde estaba hablándole al público. En el atril estaba el eslogan de campaña: a future to believe in. Recientemente unas abejas protestaron por la presencia de Álvaro Uribe Vélez en un lugar llamado La Loma en el departamento del Cesar. Los medios de comunicación y la gente en general dijeron indistintamente que el ataque lo habían “perpetrado” unas avispas, lo que seguramente ofendió a las abejas y es muy posible que ya estén planeando las retaliaciones por este hecho.
El punto es que los animales no humanos se están pronunciando muy estratégicamente y creo que es momento de escucharlos. El otro día vi una valla gigante que decía Vargas Lleras presidente, Pinzón vicepresidente. Vargas Lleras es un personaje lamentable, eso lo sabe todo el mundo. Pero me sorprendió gratamente que escogiera a un pinzón como vicepresidente. No voté por Vargas Lleras porque tengo claro que el papel del vicepresidente es secundario, pero sí me pareció muy revolucionaria esa idea de un pájaro vicepresidente, o mejor aun: un pájaro presidente, o varios no sé, es una idea que podemos pensar entre todos. Lo cierto es que nunca les hemos dado la oportunidad y sería lindo darles un chance. Queda claro que los pájaros y las abejas tienden hacia la izquierda del espectro político, lo que sea que espectro político signifique. Es bien sabido que desde la película Birds de Alfred Hitchcok los pájaros han sido “castrochavizados” y es momento de acabar con esos prejuicios. Creo que el mensaje es claro: las abejas no quieren ser confundidas con avispas, los pájaros no quieren ser únicamente representados políticamente por la paloma de la paz y yo no quiero un presidente paraco.
Quiero un presidente que nunca haya votado para elegir un presidente. Quiero una presidenta que se siente en una mesa a dialogar con los espíritus de sus familiares y amigos muertos. Quiero a alguien que se levante todos los días sin ganas de ir a trabajar y que todos los días cambie de sexo. Quiero a una vieja loca y fea de presidenta que cite pedazos de los libros de Rita Indiana en sus discursos.
Quiero cincuenta millones de presidentes. Quiero cincuenta millones de presidentes muy diferentes los unos de los otros. Quiero cincuenta millones de presidentes que discutan entre sí. Quiero cincuenta millones de presidentes que valoren la vida. Quiero cincuenta millones de presidentes que se pongan en el papel del otro. Quiero cincuenta millones de presidentes que entiendan lo que significa el bien común. Quiero cincuenta millones de presidentes que les guste aprender cosas todos los días. Quiero cincuenta millones de presidentes que puedan reconocer sus errores. Quiero cincuenta millones de presidentes capaces de dialogar. Quiero cincuenta millones de presidentes que trabajen en beneficio de la sociedad a la que pertenecen. Quiero cincuenta millones de presidentes que combatan las injusticias. Quiero cincuenta millones de presidentes que se cuiden entre sí. Quiero cincuenta millones de presidentes que se hagan control político. Quiero cincuenta millones de presidentes sin ambición por el dinero o el poder. Quiero cincuenta millones de presidentes que atesoren su patrimonio colectivo. Quiero cincuenta millones de presidentes que profundicen en su humanidad. Quiero cincuenta millones de presidentes que saquen lo mejor de la tristeza. Quiero cincuenta millones de presidentes libres. Quiero cincuenta millones de presidentes que se hagan dueños de su constitución. Quiero cincuenta millones de presidentes que hagan lo que mejor saben hacer. Quiero cincuenta millones de presidentes que sepan llorar. Quiero cincuenta millones de presidentes que crean en los demás. Quiero cincuenta millones de presidentes sepan que deberán lidiar con sus demonios. Quiero cincuenta millones de presidentes cuidando el territorio natural. Quiero cincuenta millones de presidentes que se aprendan a comunicar con los animales y las plantas. Quiero cincuenta millones de presidentes sensibles al mundo que los rodea. Quiero cincuenta millones de presidentes apasionados. Quiero cincuenta millones de presidentes que sepan perdonar. Quiero cincuenta millones de presidentes que entiendan el valor de la cultura. Quiero cincuenta millones de presidentes que conozcan su cuerpo. Quiero cincuenta millones de presidentes que crean en el amor. Quiero cincuenta millones de presidentes que combatan cualquier tipo de discriminación. Quiero cincuenta millones de presidentes imperfectos pero resilientes. Quiero cincuenta millones de presidentes desobedientes a cualquier imposición absurda. Quiero cincuenta millones de presidentes que den lo mejor de sí para gobernar su vida y la de aquellos que los rodea. Quiero cincuenta millones de presidentes perceptivos. Y finalmente, quiero cincuenta millones de presidentes que nunca más se desentiendan de su país entregándole el poder de decisión a un solo gobernante.
No quiero un presidente que viva en un palacio, nadie necesita tanto espacio. No quiero un presidente que no se encargue del jardín, ni que no lo haga por sí mismo florecer. No quiero un presidente que tenga sirvientes que se encarguen de sus residuos y de su incapacidad de administrar su propia vida. Quiero un presidente que coma frutas y verduras, que sepa sembrar, que sepa cocinar, lavar y planchar.
No quiero un presidente que se piense superior a otros, con beneficios absurdos a costa del esfuerzo de cada colombiano. No quiero pagarle un sueldo de 35 millones de pesos mensuales y una renta vitalicia que cuando se muera la seguirán recibiendo tres generaciones suyas. No quiero que mis impuestos sigan manteniendo a estos seres oscuros, no quiero resolver sus vidas en vez de poder resolver la mía y la de aquellos a quienes yo elija ayudar.
No quiero que lleve escoltas y pare el tráfico como si flotara con su corona y sus camionetas y ambulancias por la ciudad, quiero alguien que como todo el resto sepa aguantar y convivir con el caos que somos.
No quiero un mesías de presidente, no quiero un salvador de presidente, no quiero un hablador de presidente, no quiero un malvado presidente, pero sobre todo no quiero a Uribe ni a su cerdo de presidente.
Quiero un presidente hormiga, una avispa que trabaje para construir colmenas porque siente en colectividad.
Quiero un presidente que se quede dormido con perritos adoptados mientras acaricia sus lomos, uno que llore viendo películas tristes ya que siente el dolor del otro.
Un presidente guerrillero que enfrente al Estado corrupto y a este congreso de sanguijuelas pululantes, quiero uno de esos que se creen artistas y roban espadas para revivir ideas. Quiero también una presidenta indígena, un presidente campesino y arquitecto de futuros progresistas. Quiero una presidenta boxeadora que rompa jetas de frente con discursos potentes; alguien que entienda la importancia de la biodiversidad a lo Brigitte Baptiste, que le importe el agua y la salud de la tierra. Una presidenta con mirada de astronauta vigilante, que se crea pájaro semillero y no gato bandido. Un presidente que a pesar de la explotación, el odio y la trampa escoja la vida, los sueños y la palabra.
Quiero alguien que se vea reflejado en el sometido, en el viejo, en el hambriento, en el torturado, en el trabajador, en el robado, en el estudiante pobre, en el desposeído, en el divergente. Alguien lindo, medio selva medio páramo, medio abuelo árbol.
(Leer a dos voces, una para lo que está sin subrayar y la otra para lo subrayado)
No quiero un presidente.
Estoy cansada,
cansadas,
de que sean hombres quienes toman decisiones sobre
mi cuerpo.
Que negocien mis derechos con plata
untada de muerte a cambio de votos que disfrazan con el nombre
democracia.
No quiero un presidente.
Que gane a través de la tristeza
Infligida por un
sentimiento de miedo,
terror,
para afianzarse en un trono construido con mentiras.
Culpable es la clase política cínica que parece no tener memoria
pero sí querer poder.
"¡Nadie me bajará de mi edificio de oro! ¡Qué bella es la vida!"
Robado.
Heredada por más de 500 años
¡Nos da asco!
Quiero escupir los pedazos de conquistador que aún tengo entre los dientes.
No quiero un presidente,
que permita la sed
¿cuánta más sangre derramada?
o el despojo sistemático en las zonas más olvidadas.
Es
racismo
y una guerra insaciable de ricos contra pobres.
Responsables todos
de un país miserable.
Y me incluyo, porque quien no se incluya está en negación.
No quiero un presidente
que siga vendiendo lo que no le pertenece.
El río desbordado, los jaguares escondidos y la selva en extinción.
Jungla, ¡qué nos coma vivos!
Se agrieta el suelo infértil para la canasta familiar, pero fértil para la codicia
en su cuna, extranjeros, del lobby político.
Sigamos cubriendo narices con blanco sangre,
¿cuántos cuerpos me he olido?
¡Diablos! dicen de las víctimas de su Historia contada a medias, con mayúscula,
mientras talan con sierras eléctricas cualquier signo de vida
ajena.
¡Qué ganas dan de llorar! con nuestras lágrimas tóxicas.
y me dicen,
me digo,
que sólo son quejas,
que no hago nada.
Bum,
otra bomba en las calles.
Bum,
otra bomba en el campo.
Bum,
otra bomba en el poquito de esperanza que nos queda, porque como yo, muchos no han vivido la violencia directa,
pero me agarro del último hilo de empatía
que no me han podido robar.
No quiero un presidente,
que me diga cómo amar
ni que me obligue a politizar las sábanas de mi cama lesbiana.
Gracias,
vidas sufridas y enfermas
que han labrado un camino desnudo frente al paredón.
¡Qué mareo tanta doble moral!
Ya no sé cómo discernir entre su vida familiar ideal,
y los anos reticentes
y atropellados en el Capitolio Nacional.
¡Paren, tenemos que vomitar!
Estamos vacíos como el futuro próximo
de la imaginación y las noticias.
Quisiera una hermana mayor.
Pero no importa lo que yo quiera.
Del Putumayo o de la Orinoquía.
Que me enseñen a desaprender los hábitos crueles del poder.
Que con sus
mantos de madre
orienten los cuidados de las aguas y las palmas.
Y con sus vientres
exhumen de nuestro inconsciente
los deseos sofocantes de matar.
¿Cuánta paciencia cabe en las cuevas de la sierra y en su mundo
celestial?
Quisiera una hermana mayor.
De Palenque.
Que con el lenguaje de su cuerpo imbatible,
el sonido de su voz y el ritmo de sus pasos
azotados,
iluminen el verdadero valor
de la palabra libertad.
Debería ceder mi palabra,
voz ilegítima.
No veo otra salida más que el naufragio.
Quiero un presidente al que mis papás aprendan a querer, después de tenerle miedo por raro, por representar algo diferente a eso por lo que llevan votando por años por puro descarte, quiero un presidente que haga que gente tan ignorante sobre política y tan valeverga como yo, se movilice más allá de su seguridad y su noción de privilegio. Quiero un presidente que respete y respalde con su administración todas las formas de vida y de vida en conjunto. Todas las formas de cuerpos, cuerpas y cuerpes, todas las formas de ser en común, de ser juntos. Quiero un presidente que no le recorte presupuesto a las becas del Ministerio de Cultura, con las que he sido tan bendecido y afortunado estos años de carrera en las artes llenos de incertidumbre y precarización. Quiero un presidente que tenga en la cabeza y en las cuentas a la gente que otros presidentes solo parecen tener en cuenta cuando llegan a pedir limosna a los cascos urbanos.
Quiero un presidente que no esté aliado por debajo de la mesa con pedros pablos leónes jaramillos, quiero un presidente que, por lo contrario, tenga gente en cada región apoyando y protegiendo los territorios y los líderes de los que solo me entero cuando sale la noticia de que los mataron, por proteger un páramo, un río o una reserva.
Quiero un presidente que no solo defienda y represente, sino que abrace y encarne en su propia experiencia de vida las formas de vivir que sufren de sol a sol por opresión, por negligencia, discriminación y falta de oportunidades.
Quiero un presidente que no me haga seguir sintiendo como que todo ya está arreglado, y que lo que llamamos democracia es en realidad un paso de turnos, de relevos entre unos pocos malparidos que manejan las cosas de tantas maneras invisibles que parecen intocables.
Quiero un presidente que me sueñe
que me extrañe que me piense entre nostalgias y pasiones
que me diga mírame
que me diga no te me vayas no te alejes
no te me pierdas en el horizonte. Quiero eso.
Un presidente que me ame y me sienta en pesadillas
porque nunca estoy para él. Para ella.
Porque estoy y no estoy.
Porque soy objeto del deseo y culpa
porque soy imposible rebelde salvaje impredecible.
Quiero que mi presidente sea presidenta y un día me llore y me cante baladas y pachangas de amor y me díga mírame pues, una miradita
aunque sea eso.
Pero no.
Ni eso.
Porque no.
Quiero que me piense todas las noches
Quiero que me diga lo siento perdóname
amorcito.
Quiero un presidente que me mate y me traicione
y luego no pueda con eso.
Quiero un maldito que me entierre y me niegue
cuando le pregunten por las razones.
Quiero que se mire al espejo y no pueda con mi destino
con mi suerte
con sus manos asesinas.
Quiero un presidente que niegue con la cabeza
y se rasque el entrecejo y diga no
no, no, no
y no.
(leer en diálogo)
- Yo quiero un presidente que monte en bus.
- ¿Para qué?
- Pues así entiende mejor el transporte.
- No es verdad.
- Sí, por ejemplo, si un presidente almuerza ejecutivo podrá ser mejor presidente.
- Nah. ¿Y si una no conoce el ejecutivo, paila?
- Tiene que comer ejecutivo. El 80 por ciento almuerza ejecutivo. Tiene que entender el país que va a gobernar. Quiero un presidente que entienda la carne desmechada, la chorriada de la papa, que sepa distinguir una tajada madura de una tajada pintona o verde.
- La variedad de la tajada.
- Yo siempre creo que el abogado saca la mejor tajada lo que pasa es que no las sabe fritar porque no entiende de eso.
- Claro.
- Un ingeniero en cambio distingue más la tajada. Un ingeniero no es como un abogado. Un ingeniero come tajada de vez en cuando en los cierres de tejado. Le creo más a un ingeniero que a un abogado.
- Qué mamertismo.
- Pues quiero un presidente humilde.
- Cliché.
- Es que hay candidatos soberbios y la soberbia es la peor herramienta de un gobernante, es el enemigo de la democracia. Es el antónimo. El “yo mando porque soy más estirado o porque se me da la gana".
- ¿O sea lo único que no debe tener un presidente es soberbia? Qué va. Entonces podría ser un corrupto.
- Pues yo conozco buenos corruptos. Una vez se me acercó un man y me dijo “oiga eso que usted escribió sobre mí en 1988… tenía razón”, y el man estuvo en la cárcel y todo.
- No muy humilde y un poco chimbo.
- Pues es soberbio pero yo no quiero ser presidente. Mentira, puede ser chimbo pero igual no tiene nada que ver con lo que estamos hablando.
- Claro que sí tiene que ver.
- No, lo grave es la mentira, la hipocresía. Cuando Rito Alejo del Río diga “yo fui el autor de esta masacre, de ese horror, y pido perdón a la humanidad por lo que hice aquí"… después de eso el man sí puede ser presidente digamos. O el man de Odebrecht. Pero cuando cuente todo y no lo que convinieron en conversaciones secretas con fiscales. El problema no es que sea corrupto sino mentiroso, ¿ves?
- ¿Pero tu crees que ese man distingue tajada?
- Cual man.
- El de Odebrecht.
- Sí.
Luisa Ungar en conversación con Ignacio Gómez sobre el presidente que él quisiera. Para Quiero un presidente.
Quiero un presidente que no discrimine: que robe a todos los ricos, que mate a todos los pobres, que le tuerza el brazo a todos los niños y que se ría de todos los desdichados. Quiero un presidente que no sea cínico: que se declare abiertamente mezquino, condescendiente, egoísta y mentiroso. Quiero un presidente que sepa administrar: que desplace a las minorías, que privatice los ríos y los páramos, que rife los recursos naturales y que se asocie con las transnacionales. Quiero un presidente con actitud: que coma carne cruda y que fume muchos cigarrillos, que gruña y balbuceé, que se dé cachetadas y que rape las cosas. Quiero un presidente cuyo sentido del prójimo incluya a toda la naturaleza: que le usurpe la tierra a los animales y que saquee la riqueza del subsuelo como si se tratara de sus conciudadanos. Quiero un presidente centrado: que solo se vea a sí mismo, o que, de vez en cuando, abrace a uno que otro pelele. Quiero un presidente con iniciativa: que se llene la boca de carbón, que vaya alegremente a la guerra y que se alíe con los más honorables delincuentes. Quiero un presidente devoto y con clase: clasista, racista, sexista, especista, chovinista, guerrerista, consumista y, sobre todo, humanista, como los nazis, que creían en el mejor de los seres humanos. Quiero un presidente iluminado: que le prenda fuego a la sede del gobierno, a los bancos, a los centros comerciales, a los templos, a los museos, a los zoológicos, a las casas de mis amigos y a todo el resto del país. Quiero un presidente visionario: que destruya el mundo para que lo volvamos a levantar, aunque lo más probable es que, siendo quienes somos, nos saldría exactamente igual.
Quisiera una presidenta vidente. Quería que el presidente tuviera al menos cuatro dedos de frente. Quiero que sea presidente el que parece menos presidente. Yo quiero al presidente que le queda mal el nudo de la corbata como a mucha gente. Quiero un presidente que cuando viaja se le riega en la maleta la crema de dientes y el shampoo y la crema de manos miniatura. Un presidente que le toca hacer un jabón con varios pedazos de jabón húmedo y viejo. Quiero un presidente que se desvele con tos y escuche las voces de los antiguos no salirse de su cabeza. Quiero una presidenta en trabajo de parto y que las abuelas la acompañen. Un presidente que es un niño de una obra de teatro de colegio. Me pregunto en todo caso porque querer un presidente, queremos que sea la gente presidente. Que por 6,4 segundos, durante los cuatro años sea cada uno presidente. Quiero un presidente que no haga de su inteligencia y privilegios otra clase social. Quiero un presidente que como Sanclemente en 1898 gobierne desde tierra caliente. Quiero un presidente negro que no lo pinten blanco como a Nieto Gil. Quiero una presidenta chamana que sepa dormir. Quiero un presidente que me diga quién mató a Julie hace casi un año en el Andino. Un presidente que ordene que se trabaje en la búsqueda de los cuerpos desaparecidos en el cañón del río Cauca antes que venga la avalancha. Un presidente que use un uniforme como de NASCAR para que sepamos quién lo patrocina. Quiero un presidente que pise en arenas movedizas y le siga mirando la cara a la gente. Quiero un presidente que represente una interrupción en este continuo de miseria para los de siempre. Quiero un presidente que pise todas las mangueras. Un presidente que si escuchara esto no supiera bien a qué segmento de las industrias culturales corresponde.
Quiero una indígena de presidente.
Quiero una persona que haya vivido en el bosque, en la selva y en el campo. Quiero que no haya jerarquía ni diferencia entre presidente y vicepresidente, que sean libres y sin género; y quiero a alguien sin una idea unívoca de familia, que lo haya criado su abuela, y a su vez haya criado a sus hermanos. Quiero un candidato que recuerde su niñez en la periferia con escasez de agua, paseos de olla al río y garrapatas. Quiero un presidente que cultive y sepa qué es cocinarse su propia comida y que también sepa lo que es no poder comer todas las noches. Que haya visitado un cultivo de coca y haya tomado ayahuasca, que haya vomitado su pasado, presente y futuro. Quiero una presidenta que conozca cosmogonías, crea en mitos y leyendas, lea ciencia ficción y que como ser humano distinga primero sus tecnologías, que sepa hacer fuego, que haga pescado, que lance una atarraya. Quiero a alguien que haya sido esclavo, negro y subversivo. Que haya pescado en río, que haya cazado en la selva, que haya patrullado en el campo. Y quiero saber por qué esto no es posible. Quiero saber en qué momento empezamos a creer que un presidente es siempre un latifundista. Siempre un defensor del odio y nunca de la paz. Siempre un perverso y nunca un sensible. Siempre un hablador, siempre un cruel, que permanece impune.
Yo no quiero un presidente eterno. Bailable (o al que se bailen). Alcahueta, que jale multitudes, que hable con acento, no quiero un presidente con apellido extranjero. No quiero un presidente que no sepa hablar inglés. Yo no quiero un presidente manchado por la corrupción con nexos paramilitares y títere, o con ideas socialistas. Yo no quiero un presidente vengador. Yo no quiero un presidente con desequilibrio mental, emocional. No quiero un presidente para quien la mujer sea segundo plano, un presidente salvador o tan incompetente que ofrece espejitos a sabiendas que no va a cumplir. Yo no quiero un presidente mentiroso, perfumado y presumido, inepto, estúpido, farsante, pobre de cerebro, pobre de inteligencia y pobre de espíritu, que se crea un mesías con superpoderes. Yo no quiero un presidente que no sabe ni qué onda con su vida, que meta la pata cada vez que habla. Yo no quiero un presidente que no haya entendido el final de Evangelion. Yo no quiero el pensamiento binario y la falta de empatía por el otro. Yo no quiero un presidente que cante y que se rodee de cantantes y se la pase bailando. Yo no quiero un presidente guapo, que se parezca a mi. Yo no quiero un presidente que me emocione. Yo no quiero un presidente al que dios bendiga, al que no le tiemble la mano. Yo no quiero un presidente soberbio como tú. Yo no quiero un acto político en lugar de uno estético.
* Texto construido a partir de una compilación de tweets de desconocidos que contienen la frase “Yo (no) quiero un presidente”